sábado, 2 de abril de 2016

Cuba no estaba obligada a dar lo que no recibiría



          No es motivo de sorpresa la opinión vertida a través de su cuenta de twitter por el empresario Norteamericano aspirante a la nominación por el Partido Republicano de los Estados Unidos de Norteamérica Donald J. Trump, en relación con la no asistencia del Presidente Cubano Raúl Castro, al recibimiento del Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, a su llegada al suelo cubano.

            Trump califica como una falta de respeto el hecho de que el Presidente Raúl Castro no asistiera al aeropuerto  a recibir al Presidente Barack Obama, no obstante haberlo hecho con el Papa Francisco.  La postura del señor Trump refleja su mínimo conocimiento o una falta total de asesoría de los asuntos de Estado, y lo que es peor, de los del Estado que él pretende dirigir.

            El Derecho Diplomático establece que el protocolo, que no debe confundirse nunca con la ceremonia, es un conjunto de reglas y formalidades establecidas para los actos diplomáticos y las ceremonias oficiales, las cuales pueden ser fruto de la costumbre o estar contenidas en normas; siendo uno de sus propósitos más significativos el de no ofender a ninguna persona, basado en el principio de la igualdad jurídica de los Estados. 

               El protocolo que seguir en los actos de Estado se regula en muchos países en sus correspondientes Reglamentos de Ceremonial y Protocolo o de Ceremonial Diplomático, que es como se llama el cubano el cual se firmó en julio de 1960  y el decreto ley 2682 que lo regula,  se publicó en la Gaceta Oficial Cubana el 6 de julio de ese mismo año. Estas disposiciones del derecho interno Cubano contemplan, entre otras normas protocolares, como "atender lo necesario para recibir a jefes de estado y otras personalidades extranjeras" sin incluir la recepción en el aeropuerto de estos invitados.

            Según dictan las normas protocolarias Norteamericanas relativas a la recepción de dignatarios en visita oficial a los Estados Unidos, las cuales fueron codificadas durante la administración Kennedy  a mediados del año 1961, los presidentes de Estados Unidos no se desplazan hasta el aeropuerto para recibir a los dignatarios extranjeros que los visitan, sino que lo pautado es que un mandatario se encuentra con el presidente al momento que es recibido por éste a su entrada en la Casa Blanca. 

           En estricta aplicación de la doctrina del comitas gentium ob reciprocam utilitaten (cortesía internacional o recíproca utilidad) el Estado Cubano está en el legítimo derecho de actuar como lo hizo.

            Olvida el señor Trump que ni siquiera en la época en la que la diplomacia jugó un papel más importante en la historia reciente de la humanidad, el entonces presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan,  recibió en el aeropuerto en diciembre de 1987 a Mijail Gorbachov, Secretario General del Partido Comunista y líder de la otrora URSS, con quien suscribiría al día siguiente el famoso Tratado entre EEUU y la URSS sobre eliminación de misiles de alcance corto e intermedio (Tratado INF).  En esa ocasión el encargado de recibir a tan importante visitante en la base aérea de Andrews  lo fue el secretario de Estado George Shultz.

            De igual manera, manteniendo la línea populista de su discurso, el casi seguro candidato Republicano señala que el Presidente de Cuba sí recibió en el aeropuerto al Papa Francisco, sin recordar que lo mismo hizo George W. Bush con el Papa Benedicto XVI durante su visita a los Estados Unidos en abril de 2008, así como también lo hizo Barack Obama recientemente con el Papa Francisco en septiembre del 2015.

            El recibimiento del Vicario de Cristo en el mismo aeropuerto, debe verse no como una ruptura de las normas protocolares usuales a un jefe de Estado sino como un reconocimiento a su condición de misionero apostólico; en una época en que los mensajes que se envían con determinadas actuaciones tiene un papel incluso más importante que los discursos protocolares.

            Más que un acto de cortesía diplomática, lo que Trump deseaba era uno de genuflexión de parte de un Presidente de una “República Bananera”, lo que refleja su ya conocido carácter y pensamiento político, si es que lo tiene.

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