“La verdad
es la primera víctima de la guerra”.
Esquilo
El diccionario Oxford elige cada año
una palabra que a su entender refleja en el lenguaje, el año recién
transcurrido, eligiendo la palabra internacional del año 2016 a la palabra posverdad, con la
siguiente definición: "Relativo o
referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes
en la opinión pública que las emociones y las creencias personales".
Para entender la razón de ser del
auge en el uso de este neologismo, es necesario entender el concepto de opinión
pública, el cual desde que fue usado por primera vez por Jean Jacques Rousseau
hacia el año 1750[I] hasta
la fecha no ha logrado la formulación de una definición acogida por todos los
que estudian esa área del saber. Para el tema que nos ocupa creo nos sirve
decir que es el sentir o estimación -realizada o expresada-
en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados.
La
opinión pública es dirigida o estimulada por la propaganda, cosa de la cual mucho
sabía Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, a quien se le considera el padre de la
propaganda moderna de las elites gobernantes por sus aportes en la creación de
técnicas para la manipulación de los deseos subconscientes de las masas.
Las redes sociales han venido a
colocar la propaganda en un pináculo sin precedente que incluso ha roto la
teoría sobre la espiral del silencio desarrollada por Noelle Neuman[II],
ya que cada día más, los individuos han ido perdiendo el miedo de exponer sus
juicios públicamente, sea mediante tuits,
retuits, likes, etc., de
informaciones que reciben sin importar que las mismas no hayan sido validadas o
incluso que hayan sido contradichas con hechos verificables.
Lo que no se dice es que la mayoría
de las informaciones que transitan en las redes nacen precisamente en los
medios tradicionales de comunicación (prensa escrita, radial, televisada o
digital) en los cuales la gran mayoría de los llamados trabajadores del conocimiento; es decir, los trabajadores
de la sociedad de la información y del denominado 4º poder, en franca
aplicación de la agenda setting[III],
constantemente viven diciéndole a la gente sobre
que tienen que pensar y algunos más osados llegan a veces a tratar de
influir en como tienen que pensar.
Decir que vivimos en la era
de la posverdad es hacer una delimitación espacio-tiempo del término con la cual se
le hace el juego a quienes tratan de dar por sentado que los políticos de esta
época mienten más que los de épocas anteriores. Nada más incierto. La posverdad
no es nueva, tiene más de 2500 años; su nacimiento se remonta al
establecimiento de la democracia ateniense y más específicamente surge de las
disputas entre Platón y su discípulo Sócrates con los Sofistas, los cuales eran
verdaderos maestros en la retórica lo que los hizo pasar a la historia como los
adalides
de la argumentación engañosa y falaz.
Lo que sí es cierto es que hoy en día
la diseminación de una mentira o de un discurso de posverdad es infinitamente más
rápido y alcanza a un número infinitamente mayor de personas debido a las
denominadas redes sociales; semejantes picos en el uso de la mentira como
herramienta de persuasión de masas pueden observarse con la invención de la
imprenta, el auge de la prensa y la aparición de la televisión.
El aumento del tráfico de “falsas verdades” multiplicadas como bacterias
por las redes sociales a un ritmo tan vertiginoso en su producción que hace difícil
su verificación, ha generado a su vez un antibiótico, que también utiliza las
herramientas que proporcionan los adelantos tecnológicos: el denominado
fact-checking; recurso este que está siendo usado incluso en tiempo real al
momento de transmitir una aparición pública de un político, pero que viene
desarrollándose desde hace tiempo como es el ejemplo del sitio web FactCheck.org el cual es un proyecto del Centro de Política Pública Annenberg de la
Universidad de Pensilvania creado en el año 2003.
El
problema real del uso de la posverdad como herramienta política está en que, a
causa del descrédito de los políticos tradicionales y de los medios de
comunicación, se ha generado un estado catatónico en las masas bajo el cual la
verdad habría dejado de ser relevante; no importa que un relato sea falso sino
que les resulte emocionalmente satisfactorio por ir en contra de aquello en lo
que han dejado de creer.
La posverdad es un término que
eufemísticamente pretende esconder lo que trata de definir ya que el fenómeno
que describe ha sido exagerado por el establishment
de las democracias liberales que ve la utilización en su contra de sus propias
armas por parte de populistas tanto de derecha como de izquierda.
La discusión real alrededor de la
posverdad no tiene que ver con la reivindicación de la verdad en beneficio de
una opinión pública edificada, sino más bien con el amenazado monopolio
de la mentira ostentado hasta ahora por las elites gobernantes, las cuales ya
propugnan por un control de las noticias falsas vertidas en las redes –Facebook
ya anunció una iniciativa en ese sentido- como una forma de dique contra la mal
llamada posverdad.
[I] Ver Discurso sobre las
ciencias y las artes (en francés original Discours sur les sciences
et les arts) ensayo del filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau escrito en el
año 1750.
[II] Noelle Neumann desarrolla con notable repercusión su teoría sobre La
Espiral del Silencio (1995). Según esta autora, el individuo, para no
encontrarse aislado, puede renunciar a su propio juicio o evitar exponerlo
públicamente si considera que no responde a la opinión dominante o a los
criterios que socialmente están considerados como “normales”. Ese temor al
aislamiento formaría parte de todos los procesos de conformación de la opinión
pública, concepto que mantendría vínculos estrechos con los de sanción y
castigo.
[III] Término acuñado por McCombs y Shaw, en 1972, para referirse al poder de los medios de
comunicación de masas de dirigir la atención de la opinión pública hacia
ciertos temas particulares, que aquéllos presentan como los más sobresalientes
y problemáticos en cada momento.
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